Piratas y contrabando en el Pacífico guatemalteco
Quizás hemos visto películas de piratas, leído alguna novela de corsarios, o bien escuchado de los filibusteros y bucaneros, ubicándolos en exóticas playas del Caribe o en algún punto de la costa atlántica en Izabal. Sin embargo, cuando hemos visitado las hermosas playas de arena negra del Pacífico guatemalteco nos hemos preguntado ¿hubo piratas en esta costa?
La costa del Pacífico fue una de las área más extensas y difíciles de controlar por parte de la autoridades españolas a partir del siglo XVI, ya que en el extremo norte empezaban en California y se extendían hasta Chile.
En 1532 Pedro de Alvarado construyó una flota en Iztapa, la que utilizó para ir a buscar fortuna al Perú, pero llegó tarde y sin los permisos correspondientes; en 1540 nuevamente construyó otra flota en Iztapa, con la que realizaría el deseado viaje a las islas de las Especierías; pero esta zarpó del puerto de Acajutla.
Estos dos puertos, Iztapa y Acajuta, fueron de suma importancia para el comercio regular y de contrabando en la costa del Pacífico durante la época hispánica; fueron puntos de contacto con piratas y corsarios que aprovechaban comercializar parte de la mercancía que obtenían de sus ataques a los barcos españoles, así como reabastecerse de agua dulce y alimentos. En 1580 se formó en Iztapa una pequeña flota para defender la costa ante la amenaza de un ataque por parte de Francis Drake, el primer inglés que circunnavegó la tierra; armado caballero por Isabel I de Inglaterra en 1581.
Las leyes hispanas prohibían a los extranjeros dirigirse a la Indias occidentales, residir en ellas o comerciar sin el correspondiente permiso real. Por el otro lado, a los residentes de la Indias occidentales se les prohibía tener algún trato con los extranjeros; en 1569 se dictó una orden para embargar las merecaderías enviadas por extranjeros; en 1614 se estableció pena de muerte y confiscación de mercadería para el que tolerara la participación de extranjeros en el comercio español. Pero como la producción española no se daba a vasto y la comercialización de productos extranjeros estaba muy castigada, el contrabando fue una solución para quienes, desobedeciendo a la corona, comercializaron productos a precios favorables, permitiéndoles una forma de enriquecimiento al satisfacer las necesidades de comodidad y lujo de los residentes en las Indias occidentales.
Entre los factores que ayudaron al desarrollo del contrabando se tiene además de la gran extensión de las costas, que los gobernadores y corregidores de puerto toleraban y estimulaban el contrabando, ya que como muchos puestos gubernamentales, principalmente durante el reinado de Felipe II, eran comprados y los funcionarios tenían que recuperar la inversión durante la tenencia del cargo; a menudo eran los funcionarios quienes compraban y vendían la mercancía de contrabando.
El ingreso de los barcos con contrabando a los puertos no era difícil; el capitán enviaba al gobernador de puerto una nota, acompañada de algún valioso regalo, en la que explicaba las razones de solicitud de permiso para ingreso; la supuesta causa podía ser la escases de agua o provisiones; necesidad de reparar la nave; problemas por un mástil roto. Al obtener el permiso era necesario seguir todo el procedimiento formal; al llegar la nave a puerto era descargada y la mercadería guardada en una bodega; luego las puertas eran selladas. Durante el tiempo que tomaba la reparación del barco, en horas de la noche, por una puerta franca en la bodega, la mercadería era sustituída por otra o por el equivalente en monedas, oro o plata. Una vez concluida la reparación, la mercadería era llevada a bordo y la nave zarpaba para continuar su viaje.
Otro medio de contrabando, como el que se dio en Iztapa, fue el tráfico de balandras; pequeñas embarcaciones costeras que merodeaban en bahías o desembocaduras de ríos; en coordinación con un buque mercante más grande, estas embarcaciones realizaban el intercambio con los colonos que se acercaban en horas de la noche a bordo de canoas.
Cuando volvamos a ver un amanecer, atardecer o simplemente observemos la playa del Pacífico podemos preguntarnos ¿cómo veían la playa los piratas?
Talvez en las próximas entregas nos podás deleitar con algun relato sobre verdaderas incursiones de ingleses en territorio guatemalense, pues si mal no recuerdo penetraron tanto en Escuintla como en el valle del Polochic, segun comentaba el arzobispo Francisco de Paula García Peláez en su famosa crónica.
Una de las razones por la que la capital Santiago de Guatemala fue construida lejos del mar fue por el temor a las incursiones piratas. Hay un libro de James Bornholt, «Cuatro siglos de expresiones geográficas del istmo centroamericano, 1500-1900», editado por la UFM, que presenta interesantes mapas, como por ejemplo la planta del puerto de Iztapa, ca. 1598, en el que se muestra con detalle las características del área, desde luego con una proporción diferente a la acostumbramos ahora, pero si una copia del documento habría estado en manos de un pirata, se hubiera animado a la expedición para llegar a la capital y saquearla. A pesar de las limitaciones impuestas por la corona española para la navegación en el Pacífico, hay mapas muy detallados y en algunos, como en uno anónimo de 1791, en la página 48 del libro citado, muestra tres embarcaciones de diferente calado, de acuerdo a la función que cumplen en relación a la costa. Hay naves grandes que son las que llevan mercadería; naves intermedias, más rápidas que pueden asociarse a los piratas; finalmente naves pequeñas, ayudadas por remos, que eran utilizadas para tráfico de contrabando o incursión pirata. El tema es apasionante. Voy a preparar algo. Saludos.
Espero con mucho interes la segunda parte.
felicitaciones